“Sabe a fresa”, así se prueban derivados de la marihuana contra la epilepsia infantil
En un lugar secreto de Inglaterra hay un descomunal invernadero con decenas de miles de plantas de marihuana cultivadas con el mayor de los cuidados. Sus semillas han sido seleccionadas durante años hasta dar con las variedades perfectas. Se cosecha cada tres semanas. Después de triturarlas y calentarlas, expertos vestidos con batas blancas extraen de las plantas un concentrado pegajoso y oscuro parecido al caramelo. Una vez procesado, embotellado y etiquetado, el producto final acaba en varios países europeos, entre ellos España.
El invernadero en cuestión es la mayor plantación legal de marihuana de Reino Unido. Su propietario es la empresa británica GW Pharmaceuticals, la compañía más avanzada en el desarrollo de compuestos del cannabis para tratar varias enfermedades. Fundada hace 17 años, la compañía ha perfeccionando sus cultivos hasta lograr que todas y cada una de sus plantas tengan las mismas concentraciones de los productos bioquímicos de interés, una estandarización esencial para transformarlas en un fármaco.
Desde hace unos meses, 25 niños españoles con un tipo de epilepsia que no responde bien a los fármacos convencionales están probando uno de esos compuestos químicos dentro de uno de los ensayos clínicos más prometedores de sustancias relacionadas con la marihuana. El ensayo sigue abierto a nuevos pacientes en varios países hasta que consiga reclutar a 150 participantes. Todos tienen síndrome de Dravet, una forma rara de epilepsia que suele aparecer en torno a los seis meses de edad, produce unos ataques más largos de lo normal y un periódico daño cerebral que puede llegar a ser fatal en los casos más extremos.
Se trata de pacientes que tienen “muchas necesidades”, explica Rocío Sánchez-Carpintero, de la Clínica Universidad de Navarra y coordinadora del ensayo clínico en España. “No es solo debido a las crisis epilépticas, sino también por daños en el desarrollo cognitivo, problemas de escolarización y motores”, resalta esta neuropediatra, que dirige la única unidad hospitalaria especializada en este síndrome que hay en España. Once de sus pacientes con Dravet participan en el ensayo clínico de fase III en el que se mide la eficacia de un fármaco y suele ser la última antes de que se solicite su aprobación en caso de éxito.
El Dravet es además una enfermedad sin cura. “En general, el 70% de los casos de epilepsia se controlan con los fármacos existentes”, explica Antonio Gil-Nagel, neurólogo del Hospital Ruber Internacional. “Con el Dravet, el 90% de los pacientes no responde a esos mismos fármacos”, resalta.
Sirope
El compuesto en cuestión es el CBD, o cannabidiol, una sustancia sin efectos psicoactivos que, junto al THC, es una de las más exploradas por sus usos terapéuticos. Ensayos anteriores han demostrado que el CBD reduce a la mitad el número de ataques en más o menos la mitad de los pacientes que lo prueban. “Ha llegado a haber un 16% de pacientes en los que no se registra ni una sola crisis”, explicaba la semana pasada Colin Stott, responsable de I+D de GW Pharmaceuticals, durante un Curso de Verano organizado por la Universidad Complutense de Madrid. En estos ensayos también se están midiendo otros indicadores de la actividad del CBD, como la mejora en la memoria, la concentración o el lenguaje de los niños, donde ha habido casos puntuales sorprendentes, como el de un chaval que no hablaba antes del ensayo y cuyo habla regresó de forma “explosiva” tras participar en él, dijo Stott. La empresa colabora con 29 universidades de varios países y España, dijo, es uno de los “grandes en la investigación de compuestos cannabinoides”.
Como en otros casos, fueron los padres de niños con estas epilepsias los que comenzaron a presionar a las autoridades para que se pusieran en marcha ensayos clínicos con CBD, de cuya efectividad solo existían pruebas no contrastadas clínicamente. En su desesperación porque ningún fármaco parece detener o aliviar los ataques, algunos padres recurren al uso de preparados artesanales de marihuana, por ejemplo, en aceite. “Nosotros nunca recomendamos su uso y les decimos que por ese camino no podemos ayudarles, aunque sí les pedimos que sigan viniendo a la consulta e informándonos de la evolución”, explica Gil-Nagel.
La empresa británica ha seleccionado plantas con alto contenido en CBD y muy poco THC. Después purifica un extracto que solo contiene el primer compuesto y lo convierte en una especie de sirope al que añade sabor a fresa. Los resultados del ensayo clínico pueden estar disponibles a principios del próximo año. El hecho de que el síndrome de Dravet esté calificado como enfermedad huérfana puede acelerar el proceso de aprobación del fármaco, llamado Epidiolex. El CBD está mostrando resultados aún mejores en ensayos clínicos contra el síndrome de Lennox-Gastaut, otra forma de epilepsia infantil resistente a los fármacos convencionales. “Esta sustancia está mostrando efectividad mayor, en hasta el 60% de los pacientes, y esto es importante porque se trata de una epilepsia refractaria en la que los niños llegan a tener hasta 100 ataques epilépticos diarios”, explica Julián Lara, pediatra del Hospital Puerta de Hierro de Madrid, también involucrado en los ensayos.
Más adelante, podrían llegar aplicaciones para enfermedades que afectan a millones de personas. “Siempre que la gente piensa en marihuana piensa en colocones”, lamentaba ante su audiencia Stott, “pero hay otros 99 compuestos” que no colocan y que pueden tener interés médico, resaltaba. Por ahora, su empresa investiga cinco de ellos. Una de las aplicaciones más llamativas es en la esquizofrenia. Hasta ahora se pensaba que la marihuana era dañina para los esquizofrénicos, pues el THC puede potenciar la psicosis, pero los ensayos están mostrando que el CBD tiene el efecto opuesto y parece reducir los ataques. La empresa también explora aplicaciones contra la diabetes y el glioma, entre otras dolencias.
Fuente: elpais.com
http://elpais.com/elpais/2015/07/29/ciencia/1438183954_224346.html